Cada tanto, el SEO tiene la costumbre de morir.
A veces lo mata Google, a veces lo mata la IA, y otras veces lo mata un community manager con un post viral que empieza con “El SEO ha muerto” y termina promocionando un curso de tres horas en Hotmart.
Pero esta vez, el difunto no es el SEO.
El cadáver fresco se llama GEO (Generative Engine Optimization), esa criatura nacida del hype generativo que prometía “optimizar tu presencia en ChatGPT”. Murió joven, sin escándalos, y con un epitafio que podría decir: “Fue un buen PowerPoint”.
Autopsia del hype
Benjamin Houy, fundador de Lorelight, lo explicó sin dramatismo: cerró su herramienta Lorelight porque descubrió que el GEO no existe. No porque el producto fallara, ni por falta de usuarios, sino porque el supuesto problema que resolvía… no era un problema.
El sesgo de novedad (ese impulso casi infantil de enamorarnos de lo que no entendemos) hizo su trabajo: rebautizamos el SEO como “GEO” solo porque el escenario cambió de SERP a ChatGPT, aunque no despega del 0,2% de las búsquedas.
Pero el algoritmo sigue bebiendo del mismo pozo: contenido, autoridad, reputación y enlaces. No hay magia semántica ni “modo IA” que lo cambie. Las IA citan lo que Google ya premiaba: marcas confiables, medios sólidos y expertos reales.
En fin: Lorelight murió porque intentó vender oxígeno a quienes ya respiraban.
La ilusión de la optimización para IA
Lo fascinante de este entierro es que nadie lo vio venir.
O más bien, nadie quiso verlo venir. Queríamos creer que existía una “nueva optimización”, porque eso nos permitiría sentirnos otra vez pioneros.
De repente, aparecieron dashboards que medían cuántas veces tu marca era mencionada por ChatGPT o Perplexity. Y por un momento, todos fingimos que eso importaba.
Pero como confesó Houy, los usuarios de Lorelight no cambiaban nada de su estrategia al ver esos datos. No había impacto, ni decisiones, ni acción. Solo vanity metrics con branding futurista.
El efecto de verdad ilusoria también ayudó: repite “AI Search Optimization” suficientes veces, y parecerá una disciplina legítima. Hasta que alguien la prueba en la práctica y descubre que solo sirve para adornar conferencias.
La paradoja del innovador arrepentido
Hay algo profundamente humano en construir herramientas para problemas que no existen.
Houy lo reconoce con una lucidez casi terapéutica: “Estaba construyendo una herramienta para algo que no necesita una herramienta.”
Es el reflejo de Semmelweis, otro sesgo clásico: rechazar lo obvio porque contradice la novedad que acabamos de inventar. Si todo termina siendo “hacer buen marketing”, ¿cómo justificas la existencia de un nuevo mercado?
La industria tech está repleta de productos nacidos del sesgo del punto ciego: detectar con precisión quirúrgica los sesgos ajenos mientras ignoramos los propios.
El GEO fue eso: una ficción colectiva construida sobre la necesidad de sentirnos innovadores, incluso cuando no hay nada nuevo que inventar.
El retorno de los fundamentos
La conclusión de Houy es demoledora y hermosa a la vez: las marcas que aparecen en ChatGPT son las mismas que ya rankean en Google.
Las que generan conversación, prensa, backlinks naturales y confianza.
El “GEO” no tiene receta propia porque no la necesita.
Nos gusta separar las cosas para sentir que las entendemos. Pero la IA no separa: integra. Si tu marca no tiene autoridad ni contenido valioso, no te citará. Así de simple.
Viva el SEO
El GEO no fracasó. Solo se disolvió en lo que siempre fue: marketing con propósito.
El SEO, el PR, el branding y la creación de contenido útil no son reliquias; son el combustible que alimenta la visibilidad, incluso en los modelos generativos.
Pero hay algo que vale la pena destacar: el valor de reconocer cuándo detenerse.
Benjamin Houy no se rindió. Hizo algo mucho más difícil: eligió no seguir un camino solo porque podía. En un ecosistema obsesionado con “pivotar” y “escalar”, decidió frenar.
Eso, en un mundo donde nadie suelta nada hasta que colapsa, es casi heroico.
El GEO ha muerto, y con él muere un trozo del fetichismo tecnológico que nos hacía creer que una sigla nueva era una estrategia.
El futuro de la búsqueda no está en optimizar para la IA, sino en merecer que te mencione.
El GEO ha muerto.
Viva el SEO.


