Casi el 40 % de los estadounidenses usan ya algún asistente de IA cada mes. Y uno de cada cinco es un “power user”: 20 % la usan al menos 10 veces al mes. Hasta aquí, suena como el apocalipsis de los buscadores clásicos. La narrativa vende titulares: ChatGPT devora a Google.
El problema es que los datos son menos cinematográficos. El estudio de SparkToro y Semrush muestra que 95 % de los internautas en EE.UU. siguen usando motores de búsqueda tradicionales. O sea: la fiesta de la IA está llena, pero el after oficial sigue siendo en Mountain View. Aquí se cuela el sesgo de disponibilidad: como todos en Twitter y LinkedIn hablan de IA, creemos que ya es la nueva normalidad. Pero no: el buscador sigue siendo el cigarro que nadie consigue dejar.

El mito del reemplazo
La parte más sabrosa del estudio es contraintuitiva: usar la IA no reduce las búsquedas, las aumenta. Cuando un usuario descubre ChatGPT, su consumo de Google pasa de 10,5 a 12,6 consultas semanales. La IA actúa como aperitivo, no como plato principal.

Esto revela lo absurdo del framing “IA contra Google”. En realidad estamos ante una relación tóxica pero indestructible: la IA improvisa, Google valida. El sesgo de contraste nos engaña: como una interfaz es futurista y la otra lleva 25 años con el mismo logo, asumimos que compiten. Pero en la práctica se alimentan. ChatGPT te inventa medio ensayo, Google te lo corrige a golpe de PDF académico.
La curva de la desilusión
Después del pico de 2023-2024, la adopción se desinfla: desde septiembre de 2024, ningún mes supera el +10 % de crecimiento. La curva tiende a la meseta, y salvo milagro tecnológico, se estabilizará en 12-24 meses. No es un fracaso: es la vida normal de toda moda. El sesgo de novedad hace que todo parezca revolucionario… hasta que nos acostumbramos.

Mientras tanto, los buscadores se mantienen en su 95 % de uso constante, y los heavy users de búsqueda incluso crecen: de 84 % en 2023 a 87 % en 2025. Google no pierde terreno, lo refuerza. Un clásico sesgo de anclaje: seguimos usando lo que ya dominamos, porque cambiar el hábito duele más que aceptar un dinosaurio tecnológico.
La variable educativa (y la estacionalidad)
Un dato curioso: 25 % de los usos de ChatGPT en EE.UU. son educativos. Ensayos, tareas, proyectos de estudiantes. Eso explica la caída veraniega: cuando hay vacaciones escolares, las métricas de IA se desploman. Los buscadores, en cambio, no conocen estaciones: hay búsquedas de tráfico, recetas y clima los 365 días.
Aquí aparece el sesgo de contexto: creemos que la IA es universal, pero en realidad sus picos dependen del calendario escolar. Google, en cambio, se mantiene porque nadie deja de buscar “farmacia 24 horas” en julio.
La IA y Google son enemigos íntimos
Rand Fishkin lo resume: el duelo “IA vs búsqueda” es un mito. La IA no sustituye, expande. Google estructura la navegación, la IA la adorna con creatividad y productividad. Uno jerarquiza, el otro improvisa. El sesgo de cadrage explica el error: nos vendieron el relato de un combate porque es sexy. La realidad es menos épica: conviven, se necesitan y, de hecho, se refuerzan.
La IA crece porque Google existe, y Google se mantiene porque la IA genera más necesidad de validación. La guerra nunca empezó. Lo que tenemos es simbiosis, aunque nos vendan la batalla.