El idiota digital: del ágora clásica al SEO moderno

“Idiota” no siempre fue un insulto. Viene del griego ἰδιώτης (idiōtēs) y designaba al ciudadano privado que se mantenía al margen de la vida pública. No era una cuestión de inteligencia, sino de compromiso. En Atenas, no participar en los asuntos comunes era casi un crimen contra la polis: Pericles lo dijo claro, quien no contribuía era considerado “no como falto de ambición, sino absolutamente inútil”.

Con el tiempo, la palabra adquirió un tono de insulto. Porque el idiota no era el que no sabía, era el que no quería saber. No era ignorante, era indiferente. Y esa indiferencia lo convertía en un peso muerto de la comunidad.

En el mundo digital, ese idiota clásico está vivito y coleando. Es el que se queda fuera del juego del SEO y de la IA no porque no pueda entrar, sino porque se convence de que no vale la pena pensar.

El idiota digital

El idiota moderno no es alguien sin acceso a tecnología, es alguien sin ganas de cuestionarse. Vive atrapado en el sesgo de statu quo, esa falsa sensación de seguridad que da repetir lo que ya conocemos. Se aferra a las prácticas de siempre porque “al menos así no me equivoco”, aunque eso signifique caminar directo hacia la irrelevancia.

Lo vemos todos los días: SEOs que todavía construyen webs pensando que basta con un sitemap para indexar, que repiten fórmulas caducas de keyword stuffing o que compran enlaces como si estuviéramos en 2008. No es falta de inteligencia, es pura idiotez: una negativa voluntaria a aceptar que el juego cambió.

El reflejo de Semmelweis lo describe bien: rechazar lo nuevo solo porque contradice lo que siempre creíste correcto. Igual que los médicos que despreciaban el lavado de manos, hoy muchos “expertos” rechazan que la IA o el SXO cambien las reglas, y se refugian en lo cómodo.

El nuevo ágora es la IA

En la Grecia clásica, el ágora era el lugar donde se debatía y se decidía el futuro de la ciudad. Hoy, nuestro ágora digital se llama IA. El problema es que gran parte de los que deberían participar llegan tarde, sin preparación, y lo único que hacen es aplaudir o quejarse desde la grada.

La IA es espejo. No crea de la nada: amplifica lo que ya piensas. Si tus prompts son mediocres, el output será mediocre. Si tu razonamiento es claro, la IA multiplica tu claridad. Es el efecto Pygmalion aplicado al SEO: la herramienta refleja lo que esperas de ella.

Por eso abundan las granjas de contenido automático que no sirven ni para indexar. Son producto del sesgo de disponibilidad: la idea de que, como todo el mundo habla de “generar contenido con IA”, entonces eso es lo que hay que hacer. Resultado: más ruido, más mediocridad, menos estrategia.

La idiotez SEO en tres actos

  • SEO técnico. Aquí la idiotez es pensar que Google es adivino. Que con un CMS moderno “ya debería indexar solo”. Es ignorar el Mínimo SEO Viable y sorprenderse de que no hay tráfico. Un idiota técnico es el que prefiere culpar al algoritmo en lugar de mirar su archivo robots.txt.
  • SEO editorial. Aquí la idiotez es confundir contenido con relleno. Los que siguen obsesionados con meter keywords como en 2012, ignorando que Google entiende entidades, intenciones y relaciones semánticas. Son víctimas de la ilusión de verdad: repetir la misma fórmula hasta convencerse de que aún funciona.
  • SEO de popularidad. La idiotez aquí es creer que un paquete de 200 enlaces por 5 dólares en Fiverr construye autoridad. Comprar humo es más fácil que construir marca, pero al final el castillo de naipes se derrumba. Eso es puro sesgo de corto plazo: sacrificar lo estratégico por el espejismo inmediato.

En los tres actos, el patrón es el mismo: no es ignorancia, es idiotez. Decisión voluntaria de no participar en el debate real.

En fin…

El problema nunca fue Google. Y no será la IA. El problema es la idiotez: la renuncia a pensar, a cuestionar, a anticipar.

En Atenas, ser idiota era desertar de la democracia. En SEO, es desertar del futuro.
El idiota de ayer abandonaba el ágora; el de hoy abandona la estrategia y se queda llorando en LinkedIn.

La IA no te reemplaza. Google tampoco. Lo que te reemplaza es tu propia decisión de no salir de la caverna.
Y como en la polis, el idiota no era insulto. Era sentencia: irrelevancia.